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Mi mujer ha estado siempre aquí. Todos los días. De la mañana a la noche. Ha pasado incluso las noches. Para cuidarme. Una esposa ejemplar, ¿eh? Una esposa admirable, ¿verdad? Sí, es verdad. Siento no poder entretenerme. Volveré a visitarle en cuanto pueda. No, espere. Tengo algo más que decir. ¿Qué? Es la primera vez que ocurre que nos encontremos los tres juntos. Una situación bastante grotesca, ¿no es verdad? ¿Qué quiere decir? No entiendo. Sí, doctor, me entiende muy bien. ¿Cree que no sé lo que hubo entre usted y mi mujer? Venga, acabemos con esta comedia ridícula. Es inútil que finjáis que no os conocéis. Que finjáis incluso mirarme. No os preocupéis por mí. De todas maneras, soy un hombre acabado. No le tengo miedo a nadie. Ni siquiera a usted, ¿no es cierto, doctor? No olvide, como no lo he olvidado yo, que entre usted y yo sólo existe una relación. Usted es un enfermo y yo soy el médico. Lo demás no cuenta. ¿Ah, no cuenta? Entonces no me guarda rencor por lo que hice. Elena no. Elena no me ha perdonado. Siempre me ha odiado. Todavía me odia. ¿Estás contenta ahora? ¿Qué más podrías desear? ¿Que hubiese muerto? ¿Podrías desear una venganza mejor? Sí. Verme aquí inmovilizado y gozar con mi lenta agonía. ¿Pero qué dices, Luigi? Con mi dinero, libré a su padre de la cárcel y me casé con ella. Y ahora el doctor, con su habilidad, me da el golpe de gracia. Venga, decídase. Es una ventaja para vosotros, para todos, incluso para mí. Y luego seréis seréis libres. ¡Libres! ¡Adelante, vamos! ¡Luigi, cálmate! ¿A qué esperáis? ¡Matadme, vamos, matadme! Llama a la enfermera. Deprisa. ¡Matadme! ¿Por qué no te vas a casa? Es inútil que te quedes aquí. No importa. ¿Cómo está? Ya ha superado la crisis. Pero es necesario que esté tranquilo. Que no vea a nadie. Elena. Elena, ahora lo entiendo. Lo entiendo todo. ¿Qué? El sacrificio por tu padre. Si tenías necesidad, ¿por qué no te dirigiste a mí? Habría sido inútil. Sólo él podía Tuve que aceptar sus condiciones. Sacrificarme yo, a ti, a nuestro amor. ¿Por qué me mentiste? ¿Por qué no me dijiste la verdad? No podía. No podía. Tú me habrías impedido que aceptara. Preferí afrontar tu rencor, tu desprecio. No quería que pensaras en mí, que sufrieses por mí. Así, así, quizás, no me habrías echado de menos, me habrías olvidado, para siempre. No, Elena. Nunca te he olvidado. Fue un golpe terrible. Me pareció que todo se desplomaba a mi alrededor. Que no valía la pena vivir. Hubiera querido olvidarte. Hubiera querido incluso odiarte. Pero no pude. Todo me recordaba nuestros días felices. Nuestro amor perdido. Y ahora Y ahora, después de tantos años, volvemos a encontrarnos, tristes, desilusionados. Cansados de una vida que nos pesa. Tú ligada a un hombre que no amas y yo entristecido, atrapado en mi soledad. Dos vidas destrozadas. Dos vidas perdidas. Perdóname, Guido. La culpa es mía. Pero intenta comprenderme. No podía hacer otra cosa. Esperaba pensaba que mi sacrificio habría pesado sólo sobre mí. Sabía que te causaba dolor, pero estaba segura de que con el tiempo No, el tiempo no puede hacer nada.