Magia 101 101.7 FM Escucha en vivo

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Si es así como me haces compañía, te la puedes ahorrar. Me parece que estás nervioso. Puede ser. ¿Y sabes por qué? Por culpa tuya. Sí. Por culpa mía. Sí, sí, tuya. ¡Tuya! Siempre has hecho que me pese demasiado tu espíritu de sacrificio. Siempre eres tú la pobre víctima. Antes, cuando no aguantaba más, abría la puerta y me iba y respiraba otro aire. Pero ahora no. Ahora estoy aquí clavado y tengo que tragarme toda tu abnegación. No hay forma de escapar. No empecemos otra vez, Luigi. No me hables como si fuera un niño. Me irritas todavía más. ¿Lo entiendes? ¡Me exasperas! ¡Me exasperas! ¡No quiero nada de ti! ¡Vete! Tienes razón. Todos, a veces, podemos tener necesidad de estar solos, pero no creí que mi compañía pudiera agobiarte hasta ese punto. Te dejo solo. La niña ya se ha acostado. Si te ocurre algo, llama a casa de Matilde. Pasaré por su casa un momento. Volveré, cuando estés más tranquilo. ¡Elena! ¡Elena! ¡Guido! Llevo todo el día llamándote. No he conseguido hablar contigo. Esperaba que salieras. Estaba a punto de irme. Te habría escrito. Elena, me voy. Pero no quería irme sin verte por última vez. ¿Te vas? Sí. Tengo tantas cosas que decirte. Debes volver enseguida a casa, ¿no? No. Enseguida, no. Mejor. Ven. Tengo el coche aquí. ¿Diga? ¿Quién es? Sí, soy yo. ¡Ah, tú! Sí, sí, dime, dime. He hablado con tu encargado. Me ha dicho cuáles son tus pretensiones. No, no es mejor que nos veamos. Prefiero liquidar enseguida este asunto. Sí. Sí, ahora mismo. Mi mujer no está. Mandaré a la cama a la sirvienta. Nadie te verá. No era posible seguir así. Saberte cerca y no poderte ver. Era un tormento demasiado grande. Guido. He buscado una solución cualquiera y la he encontrado. En América del Sur. Dirigiré un hospital del interior. Embarco mañana en Génova. Pero no es sólo por eso por lo que quería verte. Elena, vente conmigo. No. No puedo. No puedo. ¿Por qué no? ¿Qué te lo impide? ¿Qué te retiene junto a ese hombre? ¿Gratitud? ¿Afecto? No. ¿Entonces qué? No lo sé. No lo sé, pero siento que mi deber es estar cerca de él. Me ha hecho daño, es cierto. Ha destruido mi vida, pero ahora que está débil, enfermo, siento una pena enorme por él. ¡Pena por él. ¡Y por mí no! Por mí, que todavía sufro porque todavía te amo como entonces. Quizás más que entonces. ¡Pena! Y él, ¿sintió pena por nosotros cuando te obligó a dejarme? ¿Por qué, Guido? ¿Por qué todavía ? No, déjame hablar. No tienes ningún deber con ese hombre. Manipuló tu cariño de hija para tenerte. Y ahora manipula tu pena para no perderte. Antes con la prepotencia de su fuerza. Ahora con la cobardía de su debilidad. No merece ninguna compasión y tú quieres sacrificarte otra vez por él. Es mi marido. No. No te casaste libremente. Sufriste una imposición. Es un vínculo sin valor. Si las leyes de los hombres lo reconocen, las leyes de Dios no pueden admitirlo. En conciencia, tú eres libres. Es el padre de mi hija, Guido. ¿Tu hija? Pero yo no te pido que la dejes. La llevarás contigo. La acogeré como si fuera hija mía. Te lo prometo. No puedo. Es por ella que debo quedarme.