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Te parecerá cruel, pero es necesario. ¿Oiga, Elena? ¿Elena? ¿Elena? ¿Oiga, Elena? ¿Elena? ¿Oiga? ¿Oiga? Buenos días, Elena. Buenos días. ¿Sabes que me voy? Sí, lo sé. Me lo ha dicho la sirvienta. ¿Y no te interesa saber a dónde voy? Esperaba que tú me lo dijeras. Voy a Florencia, por negocios. Estaré fuera tres o cuatro días. No te lo digo para que me escribas. Iré al hotel de siempre. Por si hubiese algo urgente. Adiós, pequeñita. ¿Qué quieres que te traiga papá de Florencia? ¿Una muñeca? No, ya tengo una muñeca. Entonces será una sorpresa, ¿eh? No quiero una sorpresa, quiero un osito. De acuerdo. Tendrás tu osito. Escucha, Elena. ¿Qué quieres? He tenido una idea. ¿Por qué no te vienes conmigo a Florencia? ¿Yo? Bueno, si tú lo deseas. La respuesta de siempre. Desde que nos casamos, no sabes decirme otra cosa. No quiero que hagas lo que yo deseo, ¿entiendes? Ya tengo bastante con verte siempre disponible para hacer lo que yo quiera. También me reprendes por eso. Sí. Ahora que tu padre ha muerto podrías creer que todo ha acabado. Que tu deuda conmigo se ha saldado. No grites así, por favor. Lo sé. ¿Te preocupas por la niña? Yo no. Siento mucha pena de que todavía no entienda. Me casé contigo porque te deseaba. Mucho. Ahora, vista de cerca, eres igual que las demás. Quizás peor que las demás. Pero eres mi mujer y llevas mi nombre, y quiero que te quedes aquí, atada a mí, y si esta ligazón te hace sufrir, yo estaré contento. ¡Basta! ¡Basta! Llora. Llora entonces. Es mi venganza por tu orgullo y tu presunción. ¡Adiós! Mamita, ¿por qué papá te hace llorar? Nada. Nada, tesoro mío. Nada. Ven. Vamos a jugar, ¿quieres? ¿A qué jugamos? Vamos a ver. ¿A las muñecas? ¿O, mejor, a hacerse cosquillas? O si lo prefieres, te cuento un cuento precioso. Escucha. ¿Conoces el de Caperucita Roja? O uno más bonito. Uno que trata de una mamá que quiere mucho a su niña. ¿Prefieres este? Cariño, tan bonita. Sí. Soy yo. ¿Quién? ¿Luigi? Luigi ¿qué? ¡Gino! Quién se lo iba a imaginar después de tanto tiempo. ¿Pero a qué se debe? Claro que me alegro. ¿Cómo dices? ¿Si estoy libre? Sí, para ti siempre estoy libre. ¿Quieres venir a buscarme? ¿Cómo que irse? ¿Irme contigo? ¿Ahora? No tiene nada de raro. Te lo he dicho. Tengo que ir a Florencia. Me voy solo y he pensado en ti. No lo sé. Dos o tres días. No, no, no, tienes que decidirlo enseguida. Me marcho ya. Están bien. Dentro de diez minutos paso a buscarte. ¿Estás loco? Estoy toda desaliñada. ¿Cómo? ¿Así como estoy? No. No es posible. Dame por lo menos tiempo de preparar la maleta. En un cuarto de hora paso por delante de tu casa. Si estás, bien, si no, tranquila, me voy solo. Gracias. ¡Qué carrera! No me ha dado tiempo ni para Sube, sube. ¿Qué me cuentas de bueno? ¿Qué has hecho durante este tiempo? ¿No creerás que te he estado echando de menos? Al principio estuve en una compañía de revistas Después, encontré un amigo que me puso un piso. Luego ahora tengo un ricachón. Viene a verme de vez en cuando. Y tú, ¿es verdad que te has casado? Sí. ¿Es guapa tu mujer? Es guapa. ¿Hay hijos? Sí, una niña.